Pisa despacio, con miedo de romper la hierba.
La luna le ilumina los ojos y las manos, pero no ve hacia donde van sus pies.
No sabe a dónde se dirige.
Pero camina porque no tiene porque, porque no hay camino, sólo vaga.
Persigue cosas vagas que nunca ha visto, y que, tal vez, no quiere ver.
Corre, huye, piensa, para, cae, llora.
Y mira hacía atrás.
Le persiguen las estrellas.
Pero ella no quiere luz.
Tiene las preguntas empuñadas en la mano, pero no hay nadie a quien apuñalar.
Sólo ella.
Se pregunta por la verdad, pero se miente, porque, después de todo, no es lo que quiere.
Porque ella no quiere recuerdos.
Ella busca, solitaria, la fría oscuridad del olvido.
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