
El caminante iba de un lado a otro de la calle, balanceandose y pensando en derrumbarse en la siguiente esquina, pero nunca lo hacía.
Cualquier persona que lo hubiese visto desde fuera habría pensado que estaba borracho,tal vez lo estaba, pero nadie lo pensó porque no había nadie para verle.
El caminante no sabía cuanto tiempo llevaba caminando, ni por donde había caminado, ni le importaba lo más mínimo hacia dónde iba a caminar.
El caminante no conocía el pasado ni el futuro, sólo conocía el suelo que iba apareciendo bajo sus pies.
Llevaba un traje negro, húmedo y manchado, una corbata mal anudada y unos zapatos de charol rotos. Las manos metidas en los bolsillos,el pelo desordenado y un sombrero viejo.
Entonces, en un momento determinado de su eterno camino, El caminante llegó al parque.
Lo supo por el cambio del alquitran a la gravilla y por el olor a césped recién cortado.
Le dolían los pies, los ojos y el cuerpo así que pensó en sentarse, no sabía si sería capaz, tal vez llevaba tanto tiempo caminando que no recordaba cómo hacerlo, pero pensó en parar, y lo hizo.
Buscó con su zigzagueante caminar un sitio donde sentarse, sin levantar la cabeza ni mirar hacia los lados, simplemente esperando a que un banco se cruzara con él.
Y apareció el banco. Pero ya estaba parcialmente ocupado por alguien que probablemente estaba durmiendo, no lo sabía porque tenía la cabeza tapada por una especie de gorro, pero él estaba demasiado cansado como para intentar buscar otro.
Así que el caminante apretó educadamente el hombro del señor que estaba frente a él y esperó a que se despertara. El hombre apartó el trozo de tela de su cara y buscó con la mirada somnolienta aquello que lo había despertado, y lo vió.
y no pudo evitar abrir mucho los ojos cuando el caminante casi le rogó que le dejara sentarse en un extremo de su banco.
El repentino propietario hizo un gesto con el que pretendía asentir.
El caminante se sentó muy recto, se quitó el sombrero, lo puso sobre sus rodillas y apoyó las manos encima de él.
Y esperó pacientemente a que el señor que estaba a su lado le invitara amablemente a que se marchara para volver a caminar.
Vaya, pobre caminante... ¿dormía de pie también? Jejeje.
ResponderEliminarBueno, muchas gracias por apuntarte a lo de Salinger, me hacía mucha ilu^^.
Bss, wpa, cuidate!!