Peces devorando ballenas

No entiendo a los monstruos que devoran el corazón de las madrugadas, que atacan a las muchachas indefensas cuando cruzan las esquinas. No cabe en mi cabeza su maldad, y sin embargo sé que también soy uno de ellos.
Yo también he querido destetar a los gatitos para ver qué hacia la madre.
 La gente parece feliz en las fotos, a lo mejor, quieren fingir que son felices para que cuando vuelvan a ver esas fotos, crean que en alguna vez hubo momentos felices; pero la verdad es que sólo eran sonrisas forzadas, sonrisas blancas, frondosas y forzadas. Nada más. La vida es una continua repetición de lo mismo. Los errores que creías habías dejado atrás vuelven una y otra vez y vuelven masivos, como bombas nucleares, para aniquilar cualquier resquicio de normalidad.

Normalidad, eres una palabra tan vacía. Hay palabras tan vacías y hombres tan huecos que sorprende que no echen a volar. Feliz aquel que no duda, beatus ille, feliz aquel que no está hueco. Yo no canto a campesinos y a campos de amapola. Yo canto a los coches que se mueven y se atascan, a las tostadoras que se estropean, al cafe recien hecho de las mañanas, y de las tardes, y de las noches. Yo canto a aquellos que no creen en nada, pero que creen que tienen fe en algo, a aquellos con sonrisa de goma y tetas de plástico.

 Soy una gota de aceite en un vaso de agua, pujando eternamente por mezclarme entre algo que no es mío, pero que quiero.



 La vida está llena de esas cosas que quieres y que no tienes, que importan más que las que perdimos.

 Perdimos tantas cosas por la distorsión del momento. Habríamos tenido que contar con el espacio y el tiempo, con la fuerza de los cuerpos que se atraen y con la fuerza de los elementos que se repelen, pero nosotros no sabíamos nada de eso. Hay algunas cosas que se pueden esperar y otras que no. Están todas las cosas que una persona tiene y todas aquellas que no pudimos tener. Esperamos lo que no debíamos, ese fue nuestro eterno error.

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