La niña que nunca quiso ser niña hasta que se aburrió

La niña que vino esta mañana se llamaba como tú, sí, eso dijo. Dijo que se llamaba como tú y que no quería irse. Que quería que la vieses. Quería decirte unas cuantas cosas. Yo estuve muy de acuerdo con que si esa niña era tú debía decirte unas cuantas cosas. Ella decía que ya nunca volvió a saber de ti y que estaba muy triste. Verdaderamente estaba muy triste, tanto que no pude evitar llorar. Pero ya sabes que lloro con facilidad. De todos modos, no estoy segura de si debí creerla, era muy niña como para ser tú. Y yo pensaba, claro, ella fue una niña, ¿Pero tan niña? ¿Ella se agarraba también a las faldas de la gente? Sé que te gusta agarrarte a faldas, claro, pero digo como una niña y todo eso. Que si se lo hacías a tu abuela y a tu vecina. Eso era lo que pensaba. Me sentía extraña, porque yo llevaba una falda y me la agarró, y fue dulce e inocente. Me pregunto si sabía quién eras tú, y entonces me dijo que ella eras tú, de pequeña. Yo seguía confusa porque me había agarrado de la falda. Pensaba, me ha agarrado de la falda y es ella, así que cuando era pequeña debió agarrar faldas inocentemente, y de ninguna otra manera. Me preguntaba cómo serías tú agarrando una falda inocentemente y no podía evitar ponerme cachonda. Un instante. Te vi niña y me sentí muy culpable. Quiero aclarar que no me sentí cachonda hacia la niña - no soy una pederasta- me sentí cachonda hacia ti levantado faldas inocentemente sin saber cómo las levantarías luego. De todos modos, me pareció bien que tú siendo niñas levantases aún las faldas inocentemente.
 Pero todo esto no tiene nada que ver con lo que quería decir, quería seguir hablando de la niña que fuiste tú. ¿Te acuerdas? Creo que no. Estoy segura que desechaste muy lejos a esa niña cuando te diste cuenta de que podías no ser una niña. Por eso vino. Ella no me lo dijo, pero en el fondo se veía que estaba muy triste. Ya no se acuerda de mí, me dijo. Yo seguía llorando desde que me dijo que eras tú. Seguí llorando también mucho rato después de que se fuera, pero para ser justos, diré que cuando ella estaba junto a mí preguntándome y agarrándome de la falda intentaba llorar más flojito. Que me juzgue otro si lo conseguí o no. Estuvo un buen rato conmigo, estuvimos hablando un buen rato. No quería que se fuera. Al final tuve que decirle que no ibas a volver, y entonces ella también se fue. Me dio un beso en la mejilla. Un beso dulce e inocente. Me dio ese beso por ser yo y haberla visto cuando vino de la calle a preguntar por ti. Y eso. No sé a dónde fue. Me pregunto mucho por ti, me pregunto qué hacías y a dónde habías ido ahora que ya no andabas por aquí. Me pregunto si habías conseguido ser feliz después de haberla mandado tan lejos. Intenté quitarle hierro al asunto, le dije que a veces si que te acordabas de ella, que te cambiaba la sonrisa y todo parecía nuevo dentro de tu cara. Le dije que era cuando te parecías un poco a ella cuando menos podía evitar abrazarte demasiado fuerte. Ella sonrió como tú cuando sonreías como ella. Os vi a las dos. Y lloré un poco más.
Le dije que te buscase, que no perdiese la esperanza, que estabas equivocada, que algún día, cuando menos se lo esperase, aparecerías a buscarla de dónde sea que hubieses estado preguntándote donde estaba ella, le darías la mano - envolviendo con cuidado su pequeña palma sobre la tuya llena de callos dulces y rítmicos- e iríais a cualquier parte a tomar un helado y poneros la cara perdida. Ella volvió a sonreírme, aunque hizo eso tan escéptico que sueles hacer a veces con las cejas, y se fue. Creo que no me creyó. Yo tampoco sé si me creí. Pero aún sigo queriendo creerlo. Que algún día encontrarás a esa niña, y reirás como ella, y Todo se quitará un poco la seriedad de la constante y mutilante presencia de la muerte y el mañana,
y tú serás un poco más feliz.











1 comentario: