De haberlo sabido

Es increíble como a veces las mañanas se desdoblan de las tardes, y un día se hace de pronto dos, perfectamente diferenciados por los sentimientos, marcados por una negra y honda linea divisoria.

Y la mañana me ha ido bien, muy bien.

Y la tarde, la tarde ha sido aburrida y aborrecible.

Del sofá, al ordenador y del ordenador a pensar en lo que debería hacer pero que no hago.

Hoy, esta tarde, ha sido una de esas que miras los libros, la mochila, todo y ves escrito sobre ellos que deberías cogerlos y hacer esto y lo otro, pero que simplemente no puedes. No tienes ganas.

Eso es lo que me ha pasado a mi hoy.

Cogía algo, lo soltaba, alargaba la mano para volverlo a coger,en un último esfuerzo de voluntad, para ,después, dejarla resbalar por el aire hasta apoyarla en la mesa.

Y nada.

Eso es lo que me pasa, que he entrado en uno de mis periodos de decadencia, ¿O será que tengo la regla?

Menuda vida hormonal la de la mujer.

A veces me pregunto si de verdad vale para algo todo lo que hago, y todo lo que hacemos.

¿A dónde vamos? ¿A dónde voy? ¿ Importa si quiera que vaya a algún lugar?

Vamos a morir.

Y sólo nos queda el camino.

Surcar la inmensa tierra con nuestra vida de afluente hasta terminar en el mar del olvido.

Ir libres por donde queramos.

¿Pero para qué ir, si todo en el fondo se confunde en un mismo negro, si todo es lo mismo?

Arrepentirte de cosas que hiciste y de cosas que no hiciste, y de todas las cosas que nunca imaginaras hacer.

Hacerlas para nada.

Para ti y tu egoísmo, y morirte y olvidarte en un instante, desprenderte de tus años como el actor que se desprende de su personaje al desaparecer tras el telón.

Eso somos, actores de una obra imposible, esclavos de nuestra imaginación.

De mi imaginación que me tortura, torturada de imaginarme sin saber y sin pensar, de imaginarme cogiendo los libros, haciendo todo lo que tengo que hacer, y sin saber por qué lo hago.